19 abril 2009

POEMAS PATRIOTICOS

LOS NIÑOS MÁRTIRES DE CHAPULTEPEC


Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños

ante las balas del invasor.
Allí fue... los sabinos la cimera
con sortijas de plata remecían;
cantaba nuestra eterna primavera
su himno al sol: era diáfana la esfera;
perfumaba la flor..., ¡y ellos morían!


Allí fue... los volcanes
en sus viejos albornoces de nieve se envolvían,
perfilando sus moles a lo lejos;
era el valle una fiesta de reflejos,
de frescura, de luz... ¡y ellos morían!


Allí fue... Saludaba al mundo el cielo,
y al divino saludo respondían
los árboles, la brisa, el arroyuelo,
los nidos con su trino del polluelo,
las rosas con su olor ...¡y ellos morían!


Morían cuando apenas el enhiesto botón
daba sus pétalos precoces,
privilegiados por la suerte en esto:
que los que aman los dioses mueren presto
¡y ellos eran amados de los dioses!


Sí, los dioses la linfa bullidora
cegaban de esos puros manantiales,
espejos de las hadas y de Flora,
y juntaban la noche con la aurora
como pasa en los climas boreales.


Los dioses nos robaron el tesoro
de esas almas de niños que se abrían
a la vida y al bien, cantando en coro...
Allí fue... la mañana era de oro,
Septiembre estaba en flor... ¡y ellos morían!

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

No fue su muerte conjunción febea
ni puesta melancólica de Diana.
Si no eclipse de Vésper,
que recrea los cielos con su luz,
y parpadea y cede ante el fulgor de la mañana.

Morir cuando la tumba nos reclama,
cuando la dicha suspirando quedo,
"¡Adiós!", murmura,
y se extinguió la llama de la fe,
y aunque todo dice.. "¡Ama!",
responde el corazón: "¡Si ya no puedo...!".
Cuando solo escuchamos donde quiera
del tedio el gran monologar eterno,
y en vano desparrama Primavera
su florido caudal en la pradera,
porque dentro llevamos el Invierno.
Bien está...más partir en pleno día,
cuando el sol glorifica la jornada,
cuando todo en el pecho ama y confía,
y la Vida, Julieta enamorada,
nos dice: "¡No te vayas todavía!".


Y forma la ilusión mundos de encaje,
y los troncos de savia están henchidos
y las frondas perfuman los boscajes,
y los nidos salpican los frondajes,
y las aves arrullan en los nidos.


Es cruel....mas, entonces,
¿por qué ahora muestra galas
el Bosque y luce aliños?
¿Por qué canta el clarín
con voz sonora?
¿Por qué nadie está triste,
nadie llora
delante del recuerdo
de esos niños?


Porque más que la vida,
bien pequeño;
porque más que la gloria,
que es un sueño;
porque más que el amor,
vale, de fijo, la divina oblación ,
y en una losa este bello epitafio:


"Aquí reposa;
dio su sangre a la Patria:
¡Era un buen hijo!"

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

Descansa, Juventud, ya sin anhelo,
serena como un dios, bajo las flores
de que es pródigo siempre nuestro suelo;
descansa bajo el palio de tu cielo
y el santo pabellón de tres colores.


Descansa, y que liricen tus hazañas
las voces del terral en los palmares,
y las voces del céfiro en las cañas,
las voces del pinar en las montañas
y la voz de las ondas en los mares.


Descansa, y que tu ejemplo persevere,
que el amor al derecho siempre avive;
y que en tanto que el pueblo que te quiere
murmura en tu sepulcro:
"¡Así se muere!",
la fama cante en él: "¡Así se vive!".

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

Señor, en cuanto a ti, dos veces bravo,
que aquí defiendes el hollado suelo
tras haber defendido el suelo esclavo,
y hoy en el sitio dormirás al cabo
donde el águila azteca posó el vuelo.

Señor, en cuanto a tí, que noble y fuerte,
llegaste del perdón al heroísmo,
perdonando en tu triunfo a quien la muerte
dio a tu padre infeliz, y de esta suerte
venciéndote dos veces a ti mismo.


¡Ven, únete a esos niños como hermano mayor,
pues que su gloria fue tu gloria,
y llévalos contigo de la mano
hacia el solio de Jove soberano
y a las puertas de bronce de la Historia!

Amado Nervo
Septiembre de 1903



16 DE SEPTIEMBRE

La Virgen de Occidente, ondina de los lagos,

la fada de ojos negros brillantes como el Sol,

la linda como la estrella sagrada de los magos
la perla que soñaron Virgilius y Colón;
la Venus de los castos idílicos amores,
sultana sobre lecho mullido de arrayán,
azteca soberana, señora de señores,
la reina de cien reyes, indígena beldad;
llora sin ventura sufriendo los insultos
que audaz le prodigara ibérico invasor:
cadáveres sus héroes rodaron insepultos,
hollados por el casco de exótico bridón.

Las plantas extranjeras pisaron estos lares,
al genio revelado del sabio genovés,
que con audacia suma condujo a nuestros mares
carabelas compradas con joyas de Isabel.

La gente aventurera que vino de otro mundo
inmarcesible gloria queriendo conquistar,
cubrió nuestra campiña de luto sin segundo,
taló de nuestros padres la espléndida heredad;
y aquellos españoles que retemblar hicieron
la tierra infortunada del gran Tezozómoc,
a las hondas, macanas y flechas, opusieron
el estallido ignoto de horrísono cañón.
Batallas desiguales el campo estremecían,
que nunca el mexicano se rinde sin luchar;
en yácatas profundas los muertos no cabían...
era una fosa inmensa el suelo de Anáhuac.

De sangre se tiñeron las olas de los mares,
de sangre se tiñeron las rosas del pensil,
las llamas devoraron alcázares y aduares
y México fue presa de horrores mil y mil.

Manchóse el teocalli con la sangre inocente
de aztecas que Alvarado inermes degolló,
¡lástima que un guerrero de corazón valiente
dejara en su memoria caer ese borrón!

Preparó la hecatombe con frases de cariño,
y su traición infame le vino a conquistar
la gloria del gigante que lucha con el niño,
la gloria del cobarde que mata por detrás.

Aquellas indomables legiones altaneras
que luto y exterminio sembraron por doquier,
cazaban a los indios como se cazan fieras,
y el estertor del indio formaba su placer.

La guerrera falange que trajo en sus pendones
el símbolo sagrado sublime de la cruz,
en medio de atabales y fuego de cañones
importó el Evangelio divino de Jesús.

Y frailes y caudillos hallaron desde luego
en México la bella, espléndido botín;
y expiró atormentado en su lecho de fuego
el héroe de los héroes, el gran Cuauhtemotzin.

Sedientos de riqueza en sangre se bañaron
doquiera desplegando un lujo de crueldad;
y trémulos de ira, mataron y mataron,
la raza conquistada queriendo exterminar.

Que sangre y sólo sangre formaba su delicia,
un sudario sangriento sirvióles de mantel,
viles migajas de oro tentaron su codicia,
y sobre negras tumbas basaron su poder.

Las púdicas doncellas lloraban deshonradas
por la torpe lasciva de audaz conquistador;
y las nobles matronas sufrieron indignadas
ultrajes inauditos de soldadesca atroz.
Y la Virgen que antes posara sobre flores
aurífera sandalia, perdió la libertad;
su veste desgarraron altivos vencedores,
y tuvo por corales cadenas nada más.

¡Ay! México la hermosa, señora independiente,
rodar vio por el fango su límpido blasón;
y al extranjero yugo dobló su altiva frente
sufriendo resignada tres siglos de opresión.

Tres siglos de conquista, de nobles y virreyes,
y frailes que atizaron la hoguera de la Fe,
tres siglos en que España dictó a su antojo leyes
tres siglos ominosos de gótico poder.

Tres siglos coloniales de triste remembranza,
tres siglos en que México sus fastos enlutó,
porque los conquistadores creían sin esperanza
eternas sus cadenas, eterno su baldón.

II

Mas Dios quiso en sus favores
que un sacerdote bendito,
lanzara de guerra un grito
en el pueblo de Dolores.
Grito fue que por ventura,
épico recuerdo encierra;
porque retembló la tierra
con el grito de aquel cura.

Grito que escuchó la gloria
ebria de placer profundo;
grito que se oye en el mundo
repetido por la historia.

Dios del suelo mexicano
retirar quiso el azote,
que al grito del sacerdote
palideció el castellano.

Fue aquel grito,
no os asombre,
de resultado inaudito,
que al escuchar aquel grito
volvió el esclavo a ser hombre.

El que antes, pobre villano,
los ojos alzara apenas,
trituró con las cadenas,
la frente de su tirano.

Y tranquilo,
porque encono
no cabe en pechos valientes,
con un grupo de insurgentes,
desafió el párroco al trono.

El trono aprestó legiones
con rencorosa bravura,
y la mitra lanzó al cura
tremendas excomuniones.

Realistas e independientes,
por intereses extraños,
lucharon años tras años,
y corrió sangre a torrentes.

Fosas y fosas llenaban
las huestes del rey odiosas,
y del centro de las fosas
nuevos soldados brotaban.

Y lleno de Fe sencilla
en mil combates librados,
batió el cura a los soldados
intrépidos de Castilla.

Y armado de buen derecho,
entre las sangrientas olas,
opuso siempre su pecho
a las balas españolas.
Pero Hidalgo, en su delirio,
halló abrojos y no flores;
que Dios da a los redentores
la corona del martirio.

Y cual Moisés, que la vida
al perder sin pesadumbre,
vio brillar desde la cumbre
del Phasga,
la prometida tierra,
así aquel cura egrégico,
la independencia de México.

Hoy, con júbilo profundo,
conmemora el mexicano
el grito de aquel anciano,
que fue redentor de un mundo,
de su gloria en el vestíbulo
vio brillar desde el patíbulo.

E Hidalgo desde la gloria
tiene aquí sus ojos fijos,
porque nosotros, sus hijos,
bendecimos su memoria.

Hoy mi labio a nadie inculpa,
ni vengo a encender rencores,
porque de aquellos horrores
tuvo la época la culpa.

Por mi parte, sin violencia
y sin temor lo confieso;
la Conquista fue un progreso,
un deber la Independencia.

Hoy benditas afecciones
han substituido a la saña;
porque México y España
son dos hidalgas naciones.

Y a todo español diremos:
"Aquellos hechos pasaron;
si nuestros padres se odiaron,
nosotros nos amaremos".

Porque, creedme, señores,
siendo grandes y benignos,
podremos hacernos dignos
del párroco de Dolores.

III

Anciano venerable, quizá en el cielo penas
mirando de tu Patria el porvenir fatal;
de tu Patria que tiene escrita en sus cadenas
la irónica palabra de santa libertad.

La Patria que dormida al borde del abismo,
su estúpido letargo no quiere sacudir;
aquí la democracia es negro despotismo,
la estafa y el capricho las leyes son aquí.

Mas confórmate, cura, con tu brillante suerte,
que en libro misterioso por Dios escrito fue:
que de los grandes hombres sirva sólo su muerte
para que tengan vida los pequeños después.

ANTONIO PLAZA




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